¿Cuales son las ideas claves en el pensamiento de Emile Durkheim?
¿Podría dar ejemplo de aplicación a un caso paraguayo de sus teorías?
¿Por qué se lo considera un Positivista?
¿Por qué se dice que los origenes de la Sociología son reaccionarios?
¿Qué les ha parecido los textos?
EMILE DURKHEIM
Nació en Francia en 1858 y murió en 1917. era un funcionalista o positivista. Estudia y trata de explicar las crisis de las sociedades modernas del S XIX, debidas a una desintegración social, proveniente de la falta de consenso, nacionalismo y disciplina, donde la ciencia es el orden como progreso y para una socialización el deber es educar.
Durkheim vivía dentro de una sociedad capitalista, basada en la producción industrial con un estado liberal. En el S XIX tuvo que atravesar una crisis permanente, gran parte de la población pasó a vivir en condiciones de miseria y abandono, que se contrapone con la razón y las teorías liberales. Se plantearon nuevas ideas políticas de las relaciones sociales como ser el comunismo, socialismo y anarquismo. Formaban nuevas estructuras sociales económicas y políticas. No queda fuera de este clima lo que le interesaba por encima de todo es la crisis de las sociedades modernas, que se definía por la desintegración social y la debilidad de los vínculos del individuo con el grupo. La crisis para el se basaba erróneamente entre dos corrientes de idea, el socialismo y el individualismo.
SOCIOLOGÍA: como ciencia de las instituciones de su génesis y funcionamiento. Investiga utilizando el método empírico analítico de las ciencias naturales, considerando los hechos sociales como objetos y desarrollando 4 reglas fundamentales del método sociológico.
HOMBRE: como individuo, estudiado como sustancia maleable e indiferenciada que la sociedad determina y transforma. Cuando dice maleable se refiere a que se puede formar, o sea la sociedad forma al hombre según su manera.
SOCIEDAD: como una realidad orgánica independiente de los grupos e individuos que la integran, que tiene sus propias leyes, su propio desarrollo y su propia vida.
OBJETIVO: hacer que la sociología sea autónoma que sea una ciencia independiente, que dicte sus propias normas y que se desprenda necesariamente de la filosofía, economía y política. Para esto debe tener un objeto que es el hecho social y tiene que tener un método que es el empírico analítico, en el cual necesita técnicas y reglas para la investigación.
Para Durkheim, el conocimiento científico tiene carácter absoluto. La ciencia lo puede explicar todo.
METODO SOCIOLOGICO.
Los hechos sociales deben ser tratados como objetos, dejando de lado las ideas previas, preconceptos, y prejuicios que podamos llegar a tener con ese fenómeno que estudiamos. Por lo tanto pasa a ser una realidad que puede y debe verse afuera y cuya naturaleza requiere de una investigación. Supone*Superar las ideas falsas que vienen del significado* reconocer un fenómeno social en el hecho de que se impone al individuo.
Los hechos sociales deben ser analizados comparativamente. Para esto:
Va de lo simple a lo complejo
Clasifica en géneros y especies
Busca relaciones causales
Un hecho social debe ser estudiado por otro hecho social
los resultados de dicha investigación deben ser expresados en estadísticas.
CONCEPTOS
HECHO SOCIAL: Lo define como la acción o conducta que se impone desde afuera y por lo tanto hace susceptible ejercer sobre el individuo una coacción exterior.
INDIVIDUO: Es el mínimo, es lo que le da vida a la sociedad que nace a partir de ella.
SOCIEDAD: Organismo. Es el conjunto de ideas y de sentimientos de ciertas maneras de ver y de sentir cierta fisonomía intelectual y moral que es distinta del grupo entero.
CONCIENCIA COLECTIVA: Es el conjunto de creencias y sentimientos comunes que comparte la mayoría de la sociedad. Esta existe únicamente en los sentimientos y creencias de las conciencias individuales y según el tipo de sociedad puede tener mayor extensión o fuerza.
FUNSION: Es la correspondencia que debe ocupar un lugar dentro de la sociedad.
ANOMIA: Significa sin forma, y en este caso la considera como la falta de normas, de reglas que se produce cuando el cambio es rápido. Esto además lleva a que el individuo se desoriente y pueda llegar al suicidio que es lo que lleva a las crisis de las clases sociales.
TEMA CENTRAL
Pretende decir que no todo grupo forma una sociedad sino que para formarla debe existir conciencia colectiva. Además para el la ciencia muestra que no hay un solo tipo de relación, sino distintos tipos de integración, variables según la época y la sociedad que se hable. Aparece entonces el término de SOLIDARIDAD definiéndolo como el modo de reracionamiento, o la nombrada integración de una persona con otra dentro de una sociedad determinada. Pero que no depende del individuo sino de la división del trabajo, y partiendo de esto encontramos:
MECANICA O POR SIMILITUD, donde la división del trabajo es menor. Y se da en aquellas sociedades en las cuales no hay muchas diferencias entre las personas. Van a ser las sociedades primitivas o arcaicas. Acá un individuo es lo que son los otros dentro de la misma sociedad. El derecho en esta sociedad es represivo, es decir que se le aplica la misma pena a la persona de la que ella originó.
ORGANICA O POR DIFERRENCIA, donde la división del trabajo es mayor y por lo tanto podemos definir que son las sociedades capitalistas, donde lo primero es el individuo y lo secundario es el grupo. Para que esto cambie se debe formar un CONSENSO. Dicho consenso se transmite por lo general en la educación de masas, es decir la educación obligatoria, donde se transmiten ideas y valores. En estas sociedades el derecho es restitutivo, es decir compensar lo que se considera delito por otra cosa.
E. Durkheim fue el fundador de la escuela francesa de sociología, es uno de los pocos clásicos de la Sociología y de las Ciencias Humanas que no han cesado de ser citados y criticados copiosamente. Su espíritu polivalente se interesa por las innumerables facetas de la complejidad de los grupos, instituciones y sociedades que obran a lo largo de la historia. Sus estudios rigurosos sobre los problemas que afectan a los seres humanos, presentan siempre un esfuerzo teórico aliado a la búsqueda de soluciones prácticas, en un empeño fundamental por integrar dos grandes objetivo: ¬ Considerar los hechos sociales como cosas, estudiarlos de manera positiva, como se tratan las cuestiones técnicas, biológicas o médicas. Estudiar la vida social de manera normativa, como se tratan las cuestiones filosóficas, morales y religiosas. Las ciencias del hombre que trata de desarrollar Durkheim tiene por misión revelar toda la realidad del ser humano, una realidad constituida por hechos materiales pero que no puede existir sin una relación constante a un ideal moral y a una fundamentación trascendente. Este empeño por integrar ambas perspectivas, constituye sin ninguna duda la principal fuerza de la obra durkheniana, así como el principal obstáculo que ha impedido a sus discípulos continuar su obra y el principal blanco de sus numerosísimos comentadores críticos.
Francés, de Lorena, nacido en 1858, hijo y nieto de rabinos desde ocho generaciones, Durkheim conoció una infancia movida: laicización y abandono de su dedicación al rabinato; periodo de gran expansión económica e industrial; pérdida de la guerra franco-alemana y ocupación de su ciudad natal, Epinal, en 1870. Traslado a París, preparó y obtuvo su admisión en la Escuela Normal Superior (1876-1882). Diplomado en filosofía, fue nombrado profesor de liceo y pasó luego a enseñar en la Universidad de Burdeos (1887) y en la Sorbona (1902). Habiendo creado y mantenido con éxito una prestigiosa revista de Ciencias Sociales, L’année sociologique (1898-1913). Durkheim tuvo la originalidad de rodearse de colaboradores de talento en un plano multidisciplinar. Profundamente decepcionado e inconsolable por la trágica desaparición de su hijo en el frente, durante la guerra, murió en Fontainebleau el 15 de noviembre de 1917.
La obra durkheniana comprende un conjunto de trabajos que cabría resumir en siete puntos básicos:
1. La solidaridad social. El primer trabajo importante, comenzado en 1884 y defendido como tesis doctoral, fue publicado con el título de La división del trabajo social (1893). Se trata de uno de los libros considerados entre los más importantes de la historia de la sociología. Su objetivo central es doble: a. Explicar el nacimiento del mundo moderno por medio de los conceptos de división del trabajo y de derecho represivo o restitutivo, y b. Criticar su viabilidad estableciendo la relación deseable y necesaria entre conocimiento positivo y juicio normativo.
2. El afincamiento de la sociología. En sus escritos de juventud, Durkheim estudia críticamente los precursores de la sociología (Montesquieu y Rouseau, Saint-Simon y Comte, Spencer y Espinas) y concentra sus análisis sistemáticos sobre la sociología de la familia. Junto a la división del trabajo, dos grandes obras lanzan definitivamente la sociología durkheniana. a. Las reglas del método sociológico (1895), un nuevo discurso del método que define los principios epistemológicos de una ciencia positiva destinada a sobrepasar los estudios abstractos de los precursores y a abordar el conocimiento concreto de las sociedades humanas, “sea para exponer hechos, sea para orientar su curso”. b. El suicidio (1897), un estudio sociológico eminentemente estratégico destinado a probar que un fenómeno tenido por puramente individual puede explicarse como hecho social profundamente dependiente del grado de integración de las instituciones sociales (religión, economía, familia).
3. La educación y la pedagogía. Hablando siempre como sociólogo, Durkheim enseñó toda su vida la pedagogía, “cosa eminentemente social”. Sus cursos sobre la Historia de las teorías de la educación y la educación intelectual en la escuela primaria han sido conservados solamente en parte. Su artículo “Educación”, publicado en el Nuevo Diccionario de Pedagogía y de Instrucción Primaria (1911), constituye un resumen de su teoría de la educación. Sus grandes cursos de Burdeos y de París sobre la educación moral y sobre la Evolución de la pedagogía en Francia (de los orígenes al renacimiento y de éste a nuestros días), fueron publicados en 1925 y en 1938 respectivamente. El arte y la ciencia y de la pedagogía tienen para Durkheim unos objetivos muy precisos: “ejercitarse a pensar distintamente, sentir la infinita riqueza de la realidad, desarrollar un verdadero espíritu humanista”.
4. La economía, la política y el derecho. Dos grandes trabajos concentran la atención de Durkheim sobre estos importantes elementos de la vida social. El socialismo(1828, póstumo) comprende su curso sobre la historia del socialismo y del comunismo, que partiendo de la filosofía económica, jurídica y política del s.XVIII y estudiando en particular la obra saint-simoniana, lleva a una posición eminentemente crítica: “no hay en la historia una crisis tan grave como la que atraviesan actualmente las sociedades europeas”. Las lecciones de sociología. Física de las costumbres y del derecho (1950, póstumo) recoge diversos fragmentos de sus cursos divididos en dos partes: la solidaridades de grupo (la moral profesional y la moral cívica) y las solidaridades universales (El respeto de la vida y el derecho de propiedad). Estos estudios son una invitación a comprender los mecanismos que rigen la vida social para poder tratar los problemas humanos de la sociedad contemporánea.
5. La moral. Un tema constante y una evidente frustración. Desde los comienzos, la conclusión de La división del trabajo social daba el tono claramente: “En una palabra, nuestro primer deber, hoy, es construir una moral”. Aparte de diversas consideraciones de circunstancia como La ciencia de la moral en Alemania (1887), La determinación del hecho moral (1906), Juicios de valor y juicios de realidad (1911), Durkheim no pudo producir la gran obra que preveía su “Introducción a la moral” escrita justo antes de su muerte. Esta última indicaba tres grandes temas, el concepto de moral, el papel del moralista y, sobretodo, la concepción y el desarrollo del método propio a una ciencia de la moral para nuestro tiempo.
6. La filosofía. A diferencia de M. Weber, cuya formación de base son la historia y el derecho, y al igual que Marx, Durkheim comienza su vida intelectual con el estudio de la filosofía (en particular Kant y los clásicos del humanismo francés). Es más, buena parte de sus artículos serán publicados en revistas especializadas en esta disciplina, como “Representaciones individuales y colectivas” (Revista de metafísica y moral, 1898). Este trabajo, que preludia justamente su principal aporte filosófico sobre los fundamentos de una teoría sociológica del conocimiento, será desarrollado en su obra de madurez Las formas elementales de la vida religiosa (1912) del cual desarrollaré el Análisis del fenómeno religioso: Origen, vivencia y transformación.
7. La Religión. Profundamente influido por su educación en la tradición judía y por su fe constante en “la religión de la humanidad” (Saint-Simon, Comte), el autor De las formas elementales de la vida religiosa presenta un monumento intelectual destinado a probar la función decisiva del sentimiento religioso. “La religión consiste en creencias y en prácticas relativas a las cosas sagradas”. Comprender la religión como relación con lo sagrado, sin relación necesaria con los conceptos de divinidad y de más allá, tiene una importancia extrema para la ciencia del hombre: saber, en efecto, que la experiencia religiosa no es un fenómeno especializado vivido solamente por determinados individuos y culturas, sino un fenómeno universal. ¿ Por qué universal? Porque en toda ocasión, en todo tiempo, en toda civilización y en toda cultura, tradicional o moderna, los seres humanos necesitan una orientación trascendente, una relación con una realidad absoluta o sagrada que les permita fundar y desarrollar su búsqueda de identidad personal y colectiva. La religión es en fin de cuentas una experiencia en sí respetable; una experiencia real y no el fruto de un puro acto imaginativo; una experiencia cuyo objeto de culto no tiene un carácter hipotético, sino sustantivo, puesto que la causa objetiva, universal y eterna de la religión es la humanidad. Así, una tarea clave de la ciencia del hombre es descubrir concreta y críticamente cómo los diferentes grupos humanos sacralizan las dimensiones individuales y colectivas que les constituyen.
Francés, de Lorena, nacido en 1858, hijo y nieto de rabinos desde ocho generaciones, Durkheim conoció una infancia movida: laicización y abandono de su dedicación al rabinato; periodo de gran expansión económica e industrial; pérdida de la guerra franco-alemana y ocupación de su ciudad natal, Epinal, en 1870. Traslado a París, preparó y obtuvo su admisión en la Escuela Normal Superior (1876-1882). Diplomado en filosofía, fue nombrado profesor de liceo y pasó luego a enseñar en la Universidad de Burdeos (1887) y en la Sorbona (1902). Habiendo creado y mantenido con éxito una prestigiosa revista de Ciencias Sociales, L’année sociologique (1898-1913). Durkheim tuvo la originalidad de rodearse de colaboradores de talento en un plano multidisciplinar. Profundamente decepcionado e inconsolable por la trágica desaparición de su hijo en el frente, durante la guerra, murió en Fontainebleau el 15 de noviembre de 1917.
La obra durkheniana comprende un conjunto de trabajos que cabría resumir en siete puntos básicos:
1. La solidaridad social. El primer trabajo importante, comenzado en 1884 y defendido como tesis doctoral, fue publicado con el título de La división del trabajo social (1893). Se trata de uno de los libros considerados entre los más importantes de la historia de la sociología. Su objetivo central es doble: a. Explicar el nacimiento del mundo moderno por medio de los conceptos de división del trabajo y de derecho represivo o restitutivo, y b. Criticar su viabilidad estableciendo la relación deseable y necesaria entre conocimiento positivo y juicio normativo.
2. El afincamiento de la sociología. En sus escritos de juventud, Durkheim estudia críticamente los precursores de la sociología (Montesquieu y Rouseau, Saint-Simon y Comte, Spencer y Espinas) y concentra sus análisis sistemáticos sobre la sociología de la familia. Junto a la división del trabajo, dos grandes obras lanzan definitivamente la sociología durkheniana. a. Las reglas del método sociológico (1895), un nuevo discurso del método que define los principios epistemológicos de una ciencia positiva destinada a sobrepasar los estudios abstractos de los precursores y a abordar el conocimiento concreto de las sociedades humanas, “sea para exponer hechos, sea para orientar su curso”. b. El suicidio (1897), un estudio sociológico eminentemente estratégico destinado a probar que un fenómeno tenido por puramente individual puede explicarse como hecho social profundamente dependiente del grado de integración de las instituciones sociales (religión, economía, familia).
3. La educación y la pedagogía. Hablando siempre como sociólogo, Durkheim enseñó toda su vida la pedagogía, “cosa eminentemente social”. Sus cursos sobre la Historia de las teorías de la educación y la educación intelectual en la escuela primaria han sido conservados solamente en parte. Su artículo “Educación”, publicado en el Nuevo Diccionario de Pedagogía y de Instrucción Primaria (1911), constituye un resumen de su teoría de la educación. Sus grandes cursos de Burdeos y de París sobre la educación moral y sobre la Evolución de la pedagogía en Francia (de los orígenes al renacimiento y de éste a nuestros días), fueron publicados en 1925 y en 1938 respectivamente. El arte y la ciencia y de la pedagogía tienen para Durkheim unos objetivos muy precisos: “ejercitarse a pensar distintamente, sentir la infinita riqueza de la realidad, desarrollar un verdadero espíritu humanista”.
4. La economía, la política y el derecho. Dos grandes trabajos concentran la atención de Durkheim sobre estos importantes elementos de la vida social. El socialismo(1828, póstumo) comprende su curso sobre la historia del socialismo y del comunismo, que partiendo de la filosofía económica, jurídica y política del s.XVIII y estudiando en particular la obra saint-simoniana, lleva a una posición eminentemente crítica: “no hay en la historia una crisis tan grave como la que atraviesan actualmente las sociedades europeas”. Las lecciones de sociología. Física de las costumbres y del derecho (1950, póstumo) recoge diversos fragmentos de sus cursos divididos en dos partes: la solidaridades de grupo (la moral profesional y la moral cívica) y las solidaridades universales (El respeto de la vida y el derecho de propiedad). Estos estudios son una invitación a comprender los mecanismos que rigen la vida social para poder tratar los problemas humanos de la sociedad contemporánea.
5. La moral. Un tema constante y una evidente frustración. Desde los comienzos, la conclusión de La división del trabajo social daba el tono claramente: “En una palabra, nuestro primer deber, hoy, es construir una moral”. Aparte de diversas consideraciones de circunstancia como La ciencia de la moral en Alemania (1887), La determinación del hecho moral (1906), Juicios de valor y juicios de realidad (1911), Durkheim no pudo producir la gran obra que preveía su “Introducción a la moral” escrita justo antes de su muerte. Esta última indicaba tres grandes temas, el concepto de moral, el papel del moralista y, sobretodo, la concepción y el desarrollo del método propio a una ciencia de la moral para nuestro tiempo.
6. La filosofía. A diferencia de M. Weber, cuya formación de base son la historia y el derecho, y al igual que Marx, Durkheim comienza su vida intelectual con el estudio de la filosofía (en particular Kant y los clásicos del humanismo francés). Es más, buena parte de sus artículos serán publicados en revistas especializadas en esta disciplina, como “Representaciones individuales y colectivas” (Revista de metafísica y moral, 1898). Este trabajo, que preludia justamente su principal aporte filosófico sobre los fundamentos de una teoría sociológica del conocimiento, será desarrollado en su obra de madurez Las formas elementales de la vida religiosa (1912) del cual desarrollaré el Análisis del fenómeno religioso: Origen, vivencia y transformación.
7. La Religión. Profundamente influido por su educación en la tradición judía y por su fe constante en “la religión de la humanidad” (Saint-Simon, Comte), el autor De las formas elementales de la vida religiosa presenta un monumento intelectual destinado a probar la función decisiva del sentimiento religioso. “La religión consiste en creencias y en prácticas relativas a las cosas sagradas”. Comprender la religión como relación con lo sagrado, sin relación necesaria con los conceptos de divinidad y de más allá, tiene una importancia extrema para la ciencia del hombre: saber, en efecto, que la experiencia religiosa no es un fenómeno especializado vivido solamente por determinados individuos y culturas, sino un fenómeno universal. ¿ Por qué universal? Porque en toda ocasión, en todo tiempo, en toda civilización y en toda cultura, tradicional o moderna, los seres humanos necesitan una orientación trascendente, una relación con una realidad absoluta o sagrada que les permita fundar y desarrollar su búsqueda de identidad personal y colectiva. La religión es en fin de cuentas una experiencia en sí respetable; una experiencia real y no el fruto de un puro acto imaginativo; una experiencia cuyo objeto de culto no tiene un carácter hipotético, sino sustantivo, puesto que la causa objetiva, universal y eterna de la religión es la humanidad. Así, una tarea clave de la ciencia del hombre es descubrir concreta y críticamente cómo los diferentes grupos humanos sacralizan las dimensiones individuales y colectivas que les constituyen.
Juan Carlos Portantiero, "La Sociología Clásica: Durkheim y Weber - Estudio Preliminar"
El orígen de la Sociología. Los Padres Fundadores
El orígen de la Sociología. Los Padres Fundadores
Fuente: http://www.catedras.fsoc.uba.ar/rubinich/biblioteca/web/aport.html
"¿Qué significa el desarrollo de la Sociología? ¿De qué proviene que sintamos la necesidad de aplicar la reflexión a las cosas sociales, sino de que nuestro estado social es anormal, de que la organización colectiva es bamboleante, no funciona ya con la autoridad del instinto, puesto que esto es lo que exige la reflexión científica y su extensión a un nuevo orden de cosas?"
Emile Durkheim
Si el origen histórico de la reflexión sobre los problemas sociales puede ubicarse muchos siglos atrás, es un hecho que la sociología, como campo definido del conocimiento, recién aparece al promediar el siglo XIX. Filosofías de la sociedad y doctrinas para poner en marcha procesos de reformas aparecen en el remoto pasado humano, a menudo ligadas a especulaciones religiosas y casi siempre referidas a los problemas de organización de la sociedad y el Poder. En el pensamiento occidental este proceso nace con los griegos, para prolongarse sin mayores discontinuidades en la cultura medieval.
El punto de ruptura de esa tradición, que permitirá progresivamente la constitución autónoma del conjunto de las hoy llamadas ciencias sociales, se halla en el Renacimiento. El precursor reconocido para este nuevo continente del conocimiento será Nicolás Maquiavelo (1469-1527), cuya obra marca la liberación, para la reflexión sobre la política, de sus condicionantes teológicas o filosóficas. Lo que podríamos llamar ciencia política, esto es, teoría del gobierno y de las relaciones entre el gobierno y la sociedad, es el primer campo secularizado del saber que habrá de irse constituyendo dentro del orden más vasto de las ciencias sociales. Campo en el que coexisten al lado de las prescripciones de lo científico -aún balbuceante- las sutilezas del "arte", es decir, los cánones para la acción que permitan diferenciar al "buen" del "mal" gobierno.
Esta anticipación de la teoría política sobre el resto de las otras disciplinas no se debe al azar. El origen y el desarrollo de cada campo del conocimiento se vincula siempre con las preguntas que plantea el desenvolvimiento social. El surgimiento de las naciones y de los estados centralizados ponía en el centro del debate el tema de la organización del poder que, bajo el modo de producción capitalista entonces en expansión, no podía ser pensado sino como un contrato voluntario entre sujetos jurídicamente iguales. Hobbes, Locke, Montesquieu, Rousseau, son algunos de los jalones en ese camino de constitución de un nuevo saber, más riguroso, sobre el sentido de las relaciones sociales entre los hombres. Lo social y lo político, que hasta entonces aparecía como algo dado, invariante, fijo, absolutamente regulado por un sistema organizativo que no distinguía lo público de lo privado, comienza a ser pensado como un proceso de construcción colectiva en el que el hombre precede a la sociedad, la crea y la organiza. Nace la idea del "contrato social", de la soberanía popular y de las formas de representación de esa soberanía que, con distintos matices, recorre el pensamiento político desde el siglo XVI.
Este es un producto, en el plano de la teoría, de la generalización de las relaciones mercantiles: el nacimiento de la ciencia política, la primera -cronológicamente- de las nuevas ciencias sociales.
El segundo movimiento corresponde a la economía política. William Petty, Adam Smith y David Ricardo significan en el plano del pensamiento económico lo que Hobbes, Locke o Montesquieu en el de la reflexión sobre las relaciones entre la sociedad y el poder. Las etapas de fundación de la economía política siguen también los ritmos del desarrollo de la sociedad: en un principio eran los problemas del cambio, de la circulación, los predominantes; más tarde, especialmente a partir del siglo XVIII, la atención se dirigirá a los problemas de la producción. Es que comenzaba la Revolución Industrial.
Tanto la ciencia política cuanto la economía política no eran concebidas por sus fundadores como compartimientos cerrados, como disciplinas irreductibles. Eran, en realidad, fragmentos de una única ciencia de la sociedad. En algunos casos los campos de interés común se entrelazaban en un solo individuo: Locke ha pasado a la historia de las ideas como precursor de la ciencia política y también de la economía política. Hechos políticos y hechos económicos eran concebidos, en general, como fenómenos que se cruzaban y se condicionaban mutuamente.
El origen de la sociología
"¿Qué significa el desarrollo de la Sociología? ¿De qué proviene que sintamos la necesidad de aplicar la reflexión a las cosas sociales, sino de que nuestro estado social es anormal, de que la organización colectiva es bamboleante, no funciona ya con la autoridad del instinto, puesto que esto es lo que exige la reflexión científica y su extensión a un nuevo orden de cosas?"
Emile Durkheim
Si el origen histórico de la reflexión sobre los problemas sociales puede ubicarse muchos siglos atrás, es un hecho que la sociología, como campo definido del conocimiento, recién aparece al promediar el siglo XIX. Filosofías de la sociedad y doctrinas para poner en marcha procesos de reformas aparecen en el remoto pasado humano, a menudo ligadas a especulaciones religiosas y casi siempre referidas a los problemas de organización de la sociedad y el Poder. En el pensamiento occidental este proceso nace con los griegos, para prolongarse sin mayores discontinuidades en la cultura medieval.
El punto de ruptura de esa tradición, que permitirá progresivamente la constitución autónoma del conjunto de las hoy llamadas ciencias sociales, se halla en el Renacimiento. El precursor reconocido para este nuevo continente del conocimiento será Nicolás Maquiavelo (1469-1527), cuya obra marca la liberación, para la reflexión sobre la política, de sus condicionantes teológicas o filosóficas. Lo que podríamos llamar ciencia política, esto es, teoría del gobierno y de las relaciones entre el gobierno y la sociedad, es el primer campo secularizado del saber que habrá de irse constituyendo dentro del orden más vasto de las ciencias sociales. Campo en el que coexisten al lado de las prescripciones de lo científico -aún balbuceante- las sutilezas del "arte", es decir, los cánones para la acción que permitan diferenciar al "buen" del "mal" gobierno.
Esta anticipación de la teoría política sobre el resto de las otras disciplinas no se debe al azar. El origen y el desarrollo de cada campo del conocimiento se vincula siempre con las preguntas que plantea el desenvolvimiento social. El surgimiento de las naciones y de los estados centralizados ponía en el centro del debate el tema de la organización del poder que, bajo el modo de producción capitalista entonces en expansión, no podía ser pensado sino como un contrato voluntario entre sujetos jurídicamente iguales. Hobbes, Locke, Montesquieu, Rousseau, son algunos de los jalones en ese camino de constitución de un nuevo saber, más riguroso, sobre el sentido de las relaciones sociales entre los hombres. Lo social y lo político, que hasta entonces aparecía como algo dado, invariante, fijo, absolutamente regulado por un sistema organizativo que no distinguía lo público de lo privado, comienza a ser pensado como un proceso de construcción colectiva en el que el hombre precede a la sociedad, la crea y la organiza. Nace la idea del "contrato social", de la soberanía popular y de las formas de representación de esa soberanía que, con distintos matices, recorre el pensamiento político desde el siglo XVI.
Este es un producto, en el plano de la teoría, de la generalización de las relaciones mercantiles: el nacimiento de la ciencia política, la primera -cronológicamente- de las nuevas ciencias sociales.
El segundo movimiento corresponde a la economía política. William Petty, Adam Smith y David Ricardo significan en el plano del pensamiento económico lo que Hobbes, Locke o Montesquieu en el de la reflexión sobre las relaciones entre la sociedad y el poder. Las etapas de fundación de la economía política siguen también los ritmos del desarrollo de la sociedad: en un principio eran los problemas del cambio, de la circulación, los predominantes; más tarde, especialmente a partir del siglo XVIII, la atención se dirigirá a los problemas de la producción. Es que comenzaba la Revolución Industrial.
Tanto la ciencia política cuanto la economía política no eran concebidas por sus fundadores como compartimientos cerrados, como disciplinas irreductibles. Eran, en realidad, fragmentos de una única ciencia de la sociedad. En algunos casos los campos de interés común se entrelazaban en un solo individuo: Locke ha pasado a la historia de las ideas como precursor de la ciencia política y también de la economía política. Hechos políticos y hechos económicos eran concebidos, en general, como fenómenos que se cruzaban y se condicionaban mutuamente.
El origen de la sociología
Ya casi pertenece al sentido común definir a la sociología como "ciencia de la crisis". La definición, ambigua, merece ser aclarada, sobre todo porque para algunos el acople del término de crisis importa cargar a la sociología con un contenido intrínsecamente transformador o aun revolucionario. Piénsese, por ejemplo, en la desconfianza con que el pensamiento más cerradamente tradicionalista observa contemporáneamente a esta disciplina, a la que le atribuye poco menos que significados destructivos del orden social.
Nada más lejano a esos propósitos podrá encontrarse, sin embargo, en la génesis de la sociología, el tercero de los grandes campos del conocimiento referido a las relaciones entre los hombres que surgirá después del Renacimiento. La sociología es un producto del siglo XIX y en ese sentido puede decirse, efectivamente, que aparece ligada a una situación de crisis. Pero la respuesta que a ella propondrá, desde sus fundadores en adelante, es antes bien que revolucionaria, conservadora o propulsora de algunas reformas tendientes a garantizar el mejor funcionamiento del orden constituido.
En este sentido, el origen de la sociología se diferencia nítidamente del desarrollo de la ciencia política y de la economía. Ambas, girando alrededor de las ideas de contrato y de mercado, sostenidas sobre el principio de la igualdad jurídica de los hombres, construían las teorías específicas que generalizaban, en el plano del pensamiento, las relaciones sociales históricamente necesarias al desenvolvimiento del capitalismo. Complementaban en esta forma los avances de las ciencias naturales contribuyendo a la secularización del mundo, a la proyección del hombre burgués al plano de dueño y no de esclavo de la naturaleza y de la sociedad.El nacimiento de la sociología se plantea cuando ese nuevo orden ha empezado a madurar, cuando se han generalizado ya las relaciones de mercado y el liberalismo representativo, y en el interior de la flamante sociedad aparecen nuevos conflictos, radicalmente distintos a los del pasado, producto del industrialismo.
El estímulo para la aparición de la sociología es la llamada Revolución Industrial; mejor, la crisis social y política que dicha transformación económica genera. Con ella aparece un nuevo actor social, el proletariado de las fábricas, vindicador de un nuevo orden social, cuando todavía estaban calientes las ruinas del "ancien Régime" abatido por la Revolución Francesa. Para dar respuesta a las conmociones que esta presencia señala, en el plano de la teoría y de la práctica social, aparecerán dos vertientes antitéticas: una será la del socialismo -proyectado del plano de la utopía al de la ciencia por Karl Marx-; la otra lo que configura la tradición sociológica clásica.
El orden estamental del precapitalismo aseguraba una unificación entre lo social y lo político-jurídico. El capitalismo disolvería esta identidad entre lo público y lo privado y con ello la idea de la armonía de un orden integrado. La sociología arrancará de este dato para intentar reconstruir las bases del orden social perdido; de aquella antigua armonía sumida ahora en el caos de la lucha de clases.
En ese sentido, nace íntimamente ligada con los objetivos de estabilidad social de las clases dominantes. Su función es dar respuestas conservadoras a la crisis planteada en el siglo XIX. Es una ideología del orden, del equilibrio, aun cuando sea, al mismo tiempo, testimonio de avance en la historia del saber, al sistematizar, por primera vez, la posibilidad de constituir a la sociedad como objeto de conocimiento. Al romper la alienación con el Estado, los temas de la sociedad -de la sociedad civil- pasan a ser motivo autónomo de investigación: es el penúltimo paso hacia la secularización del estudio sobre los hombres, y sus relaciones mutuas; el psicoanálisis, en el siglo XX, conquistará un nuevo territorio, el de la indagación sobre las causas profundas de la conducta.
La magnitud de los problemas que plantea la sociedad como objeto de conocimiento impone un abordaje científico. La filosofía social o política, las doctrinas jurídicas, no pueden ya dar cuenta de los conflictos colectivos impulsados por la crisis de las monarquías y por la Revolución Industrial. Para quienes serán los fundadores de la sociología, ha llegado la hora de indagar leyes científicas de la evolución social y de instrumentar técnicas adecuadas para el ajuste de los conflictos que recorren Europa.
La ciencia social, a imagen de las ciencias de la naturaleza, debía constituirse positivamente. En realidad su status no sería otro que el de una rama de la ciencia general de la vida, necesariamente autónoma, porque el resto de las ciencias positivas no podía dar respuesta a las preguntas que la dinámica de las sociedades planteaba, pero integrada a ellas por idéntica actitud metodológica.
La sociedad, así, será comparable al modelo del organismo. Para su estudio habrá que distinguir un análisis de sus partes -una morfología o anatomía- y otro de su funcionamiento: una fisiología. Así definía Saint-Simon las tareas de la nueva ciencia: "Una fisiología social, constituida por los hechos materiales que derivan de la observación directa de la sociedad y una higiene encerrando los preceptos aplicables a tales hechos, son, por tanto, las únicas bases positivas sobre las que se puede establecer el sistema de organización reclamado por el estado actual de la civilización". Fisiología e Higiene: no pura especulación sino también la posibilidad de instrumentar "preceptos aplicables" para la corrección de las enfermedades del organismo social.
Este positivismo, que exigía estudiar a la sociedad como se estudia a la naturaleza, iba a encontrar su método en el de la biología, rama del conocimiento en acelerada expansión durante el siglo XIX. Para Emile Durkheim, que representa a la sociología ya en su momento de madurez, el modelo que apuntalará a su fundamental Las reglas del método sociológico (1895) será la Introducción al estudio de la medicina experimental (1865) del fisiólogo Claude Bernard.
Pero el positivismo con el que se recubre y virtualmente se confunde el origen de la sociología, tendrá también otro sentido, no meramente referido a la necesidad de constituir el estudio de la sociedad como una disciplina científica. Positivismo significa también reacción contra el negativismo de la filosofía racionalista de la Ilustración, contemporánea de la Revolución Francesa.
En realidad, los dos significados se cruzaban. La tradición revolucionaria del Iluminismo operaba a través del contraste entre la realidad social tal cual era y una Razón que trascendía el orden existente y permitía marcar la miseria, la injusticia y el despotismo. En ese sentido, en tanto crítica de la realidad, era considerada como una "filosofía negativa".
El punto de partida de la escuela positiva era radicalmente distinto. La realidad no debía subordinarse a ninguna Razón Trascendental. Los hechos, la experiencia, el reconocimiento de lo dado, predominaban sobre todo intento crítico, negador de lo real. Hasta aquí, este rechazo del trascendentalismo estimula la posibilidad de un avance del pensamiento científico por sobre la metafísica o la teología. Pero esta supeditación de la ciencia a los hechos implicaba, simultáneamente, una tendencia a la aceptación de lo dado como natural.
La sociedad puede incluir procesos de cambio, pero ellos deben estar incluidos dentro del orden. La tarea a cumplir es desentrañar ese orden -es decir desentrañar las leyes que lo gobiernan-, contemplarlo y corregir las desviaciones que se produzcan en él. Así, todo conflicto que tendiera a destruir radicalmente ese orden debía ser prevenido y combatido, lo mismo que la enfermedad en el organismo.
Con esta carga ideológica nace la sociología clásica. En la medida en que busca incorporar a la ciencia el estudio de los hechos sociales por vía del modelo organicista, desnuda su carácter conservador. Este rasgo incluye a todos sus portavoces, aunque existan ecuaciones personales o culturales que diferencien a cada uno. Entre esas diferencias culturales importantes -porque marcarán derroteros distintos dentro de una misma preocupación global- están las que separan a la tradición ideológica alemana de la francesa. Max Weber será la culminación de la primera y Emile Durkheim de la segunda. Y aunque ese diferente condicionamiento cultural hace diferir radicalmente sus puntos de partida, sus preocupaciones últimas -como lúcidamente lo advirtiera Talcott Parsons, el teórico mayor de la sociología burguesa en este siglo- se integrarán.
Los padres fundadores
La sociología se estructura a partir de una doble discusión. Si en su madurez el adversario es el marxismo, en su mocedad busca saldar cuentas con el Iluminismo. Los pensadores racionalistas del siglo XVIII aparecen así como un antecedente directo de la sociología, porque son los primeros que abren un campo de investigación más o menos sistemático: el que lleva a descubrir leyes del desarrollo social.
Uno de esos escritores será particularmente significativo, Montesquieu (1689-1755), a quien se prefiere recordar, sin embargo, como teórico de la ciencia política. Durkheim, en cambio, lo menciona con razón como un precursor de la sociología.
Es cierto que el tema de Montesquieu es el análisis de las instituciones políticas, pero la perspectiva con que lo encaraba era ya sociológica. En el prólogo a El Espíritu de las Leyes, su obra más conocida, escribía: "Comencé a examinar a los hombres con la creencia de que la infinita variedad de sus leyes y costumbres no era únicamente un producto de sus caprichos. Formulé principios y luego vi que los casos particulares se ajustaban a ellos; la historia de todas las naciones no sería más que la consecuencia de tales principios y toda ley especial está ligada a otra o depende de otra más general". Para Montesquieu las instituciones políticas dependen del tipo de Estado y éste, a su vez, del tipo de sociedad. Por ello -deducía- no hay ningún tipo de régimen político universalmente aceptable: cada sociedad debía constituir el suyo, de acuerdo a sus particularidades. Este relativismo aleja a Montesquieu de sus contemporáneos, partidarios de una Racionalidad universal, y en ese sentido anticipa la crítica que los fundadores de la sociología habrán de aplicar a la cosmovisión trascendentalista de los iluministas.Montesquieu piensa que es posible construir una tipología de sociedades, basada en la experiencia histórica, y ordenada en una sucesión temporal de progresiva complejidad. Este desarrollo creciente de las estructuras económicas y sociales provoca modificaciones en el Estado. Lo que cambia son las formas de solidaridad entre los individuos, desde las sociedades primitivas más simples hasta las más modernas, caracterizadas por una compleja división del trabajo. Esta idea de Montesquieu sobre los cambios en los tipos de solidaridad generados por la división social del trabajo, será más tarde retomada casi literalmente por Durkheim.
La construcción de una tipología de sociedades, que permitiera la comparación entre ellas y, por otra parte, la intención de encontrar leyes de lo social, junto con una serie de hipótesis acerca de las relaciones entre el desarrollo social y el desarrollo político, permiten considerar legítimamente a Montesquieu como un precursor, como el primero de los pensadores adscriptos a la filosofía de la Ilustración que tiende un puente conceptual hacia el desarrollo de la sociología como disciplina centrada en un objeto autónomo de conocimiento.
Los principios del Iluminismo encontrarán su encarnación política en la Revolución Francesa de 1789. Pero, pese al optimismo de los racionalistas, la crisis de las monarquías y el desarrollo del capitalismo industrial no provocaron un ingreso al reino del equilibrio social, sino todo lo contrario. Surge así la reacción antiiluminista, la nostalgia por el orden perdido, la filosofía de la restauración. El orden frente al cambio, lo sagrado frente a lo profano, la autoridad frente a la anarquía; estas son las antinomias levantadas por la ideología tradicionalista que se desarrollará particularmente en Francia, inspirada en Louis de Bonald (1754-1850) y Joseph de Maistre (1754-1821).
Este pensamiento reaccionario es otro de los eslabones importantes en el proceso de constitución de la sociología. Detrás de él se mueve explícitamente una reivindicación del orden medieval, de su unidad, de su armonía. Como señala Robert Nisbet, "el redescubrimiento de lo medieval -sus instituciones, valores, preocupaciones y estructuras- es uno de los acontecimientos significativos de la historia intelectual del siglo XIX".
Esto es muy claro en pensadores como los citados de Bonald, de Maistre o el inglés Edmond Burke, pero la idea aparecerá también en los fundadores de la sociología, aun cuando en su visión será la ciencia la que deberá reemplazar a la religión de los tradicionalistas en su carácter de principal elemento integrador de la sociedad.
Nisbet ha señalado1 que las cinco ideas-elementos esenciales de la sociología, que estarán presentes en todos los teóricos clásicos, se vinculan con el pensamiento conservador, preocupado profundamente por las consecuencias desintegradoras del conflicto de clases. Ellas son: comunidad, autoridad, lo sagrado, status y alienación. En efecto, todas son tema principal en Saint-Simon, en Comte, en Tönnies, en Durkheim o en Weber. Pero es posible dar un paso más que el mero listado de estas ideas-fuerza; la sociología clásica obtiene también del pensamiento tradicionalista una serie de proposiciones entrelazadas acerca de la sociedad. Especialmente la concepción de ésta como un todo orgánico, superior (y exterior) a los individuos que la componen, unificado en sus elementos por valores que le dan cohesión y estabilidad y que proporcionan sustento a las normas que reglan la conducta de los individuos y a las instituciones en las que esas conductas se desenvuelven. Si esos valores, esas normas y esas instituciones se alteran, la sociedad entrará en un proceso de desgarramiento y de desintegración. El tema central es, pues, el orden social; el cambio, la transformación sólo será un caso especial, controlado, del equilibrio, postulado simultáneamente como punto de arranque metodológico para el estudio científico de la sociedad y como ideal al que debe tender la humanidad.
Habitualmente se considera a Auguste Comte (1798-1857) como el fundador de la sociología. En rigor, él es el inventor de la palabra, contra su voluntad, porque en un principio había bautizado a su disciplina como "física social", término que a su juicio simbolizaba mejor sus intenciones de asimilar el estudio de los fenómenos sociales a la perspectiva de las ciencias naturales.Pero más allá que la expresión introducida por él eternice a Comte como el padre de la sociología, el conde Claude Henri de Saint-Simon (1760-1825) puede reivindicar ese carácter con mejores títulos. Para algunos historiadores, incluso, Comte no haría más que plagiar -dándole un sentido más conservador- a la teoría saintsimoniana.
De hecho ambos autores estuvieron en estrecha relación: Comte fue secretario de Saint-Simon entre 1817 y 1823 y colaboró con él en la redacción del Plan de las operaciones científicas necesarias para la reorganización de la sociedad, trabajo en el que se sostenía que la política debía convertirse en "física social", cuya finalidad era descubrir las leyes naturales de la evolución de la sociedad. Esta "física social" haría ascender al estudio de la sociedad a la tercera etapa por la que tienen que pasar todas las disciplinas: la positiva, culminación de los dos momentos anteriores del espíritu humano, el teológico y el metafísico.
Esta vinculación con Comte -quien señaló siempre su deuda con de Maistre y de Bonald- parece chocar con una imagen difundida de Saint-Simon como precursor del socialismo, como "socialista utópico". En primer lugar, cabe señalar que el pensamiento de Saint-Simon está plagado de tensiones internas que alternativamente pueden ofrecer una perspectiva revolucionaria o conservadora. En segundo lugar no es al propio Saint-Simon a quien se debe adscribir al socialismo utópico sino sobre todo a sus discípulos, en especial Bazard y Enfantine, quienes entre las revoluciones del 30 y del 48 avanzaron resueltamente en una dirección social y política anticapitalista. En Saint-Simon se fusionan elementos progresivos y conservadores. Por un lado, admiraba el orden social integrado del medioevo, pero por el otro ha quedado en la historia del pensamiento como un teórico del industrialismo y como un profeta de la sociedad tecnocrática. Tenía sobre la "escuela retrógrada", como la llamaba, de de Maistre y de Bonald un doble juicio. Por un lado -dice- han establecido "de una manera elocuente y rigurosa" la necesidad de reorganizar a Europa de manera sistemática, "necesaria para el establecimiento de un orden de cosas sosegado y estable". Por otro lado, al intentar "restablecer la tranquilidad" reconstruyendo el poder teológico, y al señalar que "el único sistema que puede convenir a Europa es aquel que había sido puesto en práctica antes de la reforma de Lutero" yerran totalmente, pues "al sentido común repugna directamente la idea de retroceso en civilización". La pasión dominante del sentido común es "la de prosperar mediante trabajos de producción y (...) por consiguiente no puede ser satisfecha más que mediante el establecimiento del sistema industrial".
El conocimiento científico deberá ocupar en la nueva sociedad el papel que la fe religiosa ocupaba en la sociedad antigua. El sistema industrial del futuro será gobernado autoritariamente por una élite integrada por científicos y por "productores", en los que Saint-Simon agrupa tanto a los capitalistas como a los asalariados. Esta élite aseguraría la unidad orgánica de la sociedad, perdida tras la destrucción del orden medieval, con la Ciencia ocupando el lugar de la Religión, los técnicos el de los sacerdotes y los industriales el de los nobles feudales.2 Esta concepción, ciertamente, tiene muy poco que ver con el socialismo, utópico o científico. Su mérito es haber reconocido en las leyes económicas el fundamento de la sociedad. Esta conexión del análisis social con el análisis económico se acentuará con la influencia que sobre él ejercen los Nuevos principios de Economía Política de Sismondi (1773-1842), publicados en 1819. En ese texto, uno de los pilares del anticapitalismo romántico, Sismondi señala que la finalidad de la economía política es estudiar la actividad económica desde el punto de vista de sus consecuencias sobre el bienestar de los hombres. De allí arrancan, ambiguamente, nuevas preocupaciones de Saint-Simon sobre la situación de las clases más pobres, aun sin llegar al nivel de las formulaciones sismondianas que reconocen la existencia de un conflicto despiadado en el interior de la clase de los "productores", entre asalariados y propietarios.
Esta apertura la ensancharán sus discípulos que, en 1828, tres años después de la muerte de Saint-Simon, crean la escuela saintsimoniana y comienzan a desarrollar una tarea que violentará en mucho las conclusiones del maestro.
En 1825 Francia había sido sacudida por una primera crisis general: las consecuencias sociales del sistema industrial comenzaban a estar a la vista y entre 1830 y 1848 la lucha de clases sacudirá al país. Los saintsimonianos cambiarán de auditorio: ya no escribirán para los industriales sino, preferentemente, para los intelectuales y para el pueblo, aunque no siempre con buena fortuna. Ideas que no aparecían en Saint-Simon, como la de lucha de clases o críticas violentas a la propiedad privada y a la nueva explotación capitalista son comunes en sus textos, ellos sí adscriptos al socialismo utópico. En su sistema de pensamiento, economía, sociedad y política aparecen íntimamente relacionadas en una visión crítica y totalizadora.
Luego de ellos -y notablemente con otro discípulo de Saint-Simon, Comte- esa unidad se parcelará. El punto de partida metodológico de la sociología clásica, como señala Lukacs, será el postulado de la independencia de los problemas sociales con respecto a los económicos. Cada ciencia social extremará hasta la irritación los pruritos de su "autonomía" con respecto a las otras: por un lado la sociología, independiente de la economía y la ciencia política; por otro, desde el triunfo de la escuela marginalista, la economía "pura". Ambas limitadas a una observación de la correlación entre los hechos.
Claro está que esta exacerbación de la autonomía puede aportar conocimiento científico, más allá del carácter ideológico de la teoría que la sustenta. Pero, aferrados a "los hechos", "a lo dado", al nivel de las apariencias, las ciencias sociales fragmentadas se enfrentarán a preguntas que no podrán responder o que ni siquiera podrán plantearse, porque su formulación depende de una visión globalizadora y dinámica de la totalidad de las relaciones sociales en un modo de producción históricamente determinado. Citando otra vez a Samir Amin: "La única ciencia posible es la de la sociedad, porque el hecho social es único: no es 'económico' o 'político' o 'ideológico', etc., aunque el hecho social pueda ser aproximado hasta un cierto punto bajo un ángulo particular, el de cada una de las disciplinas universitarias tradicionales (la economía, la sociología, la ciencia política, etc.). Pero esta operación de aproximación particular podrá ser científica en la medida en que sepa medir sus límites y preparar el terreno para la ciencia social global".
La autonomía de la sociología será finalmente fundada por Comte. A más de un siglo de publicadas sus obras, ellas adolecen para el lector contemporáneo de una antigüedad insanable; el contacto con ellas es, hoy, una tarea de arqueólogos.
Comte no hace más que resumir ideas ya circulantes en su tiempo e integrarlas a un discurso pomposamente "totalizador". Sin Saint-Simon y sus intuiciones quedaría muy poco de Comte, cuya tarea fundamental consistió en depurar al saintsimonismo de sus tensiones utopistas y enfatizar sus contenidos conservadores. El objetivo de sus trabajos -Curso de filosofía positiva (1830-1842) y Sistema de política positiva (1851-1854)- es contribuir a poner orden en una situación social que definía como anárquica y caótica, mediante la construcción de una ciencia que, en manos de los gobernantes, pudiera reconstruir la unidad del cuerpo social. Su deuda con de Bonald y de Maistre era explícita, pero del mismo modo que Saint-Simon, difería con "la escuela retrógrada" en cuanto no creía en la posibilidad de una restauración puntual de "l'ancien régime".
Comte incorpora a su discurso la idea de la evolución y del progreso, pero, en tanto conservador, suponía que los cambios debían estar contenidos en el orden. La sociedad debía ser considerada como un organismo y estudiada en dos dimensiones, la de la Estática Social (análisis de sus condiciones de existencia; de su orden) y la de la Dinámica Social (análisis de su movimiento; de su progreso). Orden y Progreso se relacionan estrechamente. El primero es posible sobre la base del consenso, que asegura la solidaridad de los elementos del sistema. El segundo, a su vez, debe ser conducido de tal manera que asegure el mantenimiento de la solidaridad, pues de otro modo la sociedad se desintegraría.
En realidad, la idea de evolución es la del desarrollo sucesivo de un principio espiritual de acuerdo con el cual la humanidad pasaría por tres etapas, la teológica, la metafísica y la positiva. Esta última sería capaz de sintetizar los polos de orden inmóvil y de progreso anárquico que caracterizaron a las dos primeras etapas. La etapa positiva marcaría según Comte la llegada al estado definitivo de la inteligencia humana y colocaría, en una nueva categorización jerárquica de las ciencias, a la sociología en la cima de ellas. La sociología o física social, esto es, "la ciencia que tiene por objeto el estudio de los fenómenos sociales considerados con el mismo espíritu que los astronómicos, los físicos, los químicos o los fisiológicos, es decir, sujetos a leyes naturales invariables, cuyo descubrimiento es el objeto especial de investigación".
Tal conocimiento permitiría a los gobernantes acelerar el progreso de la humanidad dentro del orden. La nueva política positiva sólo podría ser aplicada por una élite autoritaria; así, Comte habría de enviar su libro al zar Nicolás I de Rusia, "jefe de los conservadores de Europa", señalándole que sus teorías estaban básicamente pensadas para la autocracia. El mismo Comte se autoproclamó, hacia el final de sus días, como el papa de una nueva religión, la positiva.
La vinculación al positivismo, verdadero punto de arranque de la sociología clásica, con los intereses políticos de quienes buscaban conservar el orden social, será todavía más clara en Herbert Spencer (1820-1903). Su obra coincide con el esplendor victoriano, es decir, con la consolidación de su país, Gran Bretaña, como potencia hegemónica mundial.
Spencer fue mucho más positivista -en el sentido de intentar aplicar a lo social el método científico-natural- que Comte, a quien incluso atacó. Para Spencer no existían diferencias metodológicas en el estudio de la naturaleza y de la sociedad. El principio que unificaba ambos campos era el de la evolución; las leyes de la misma, propuestas por la biología, eran universalmente válidas. Es notorio que detrás de Spencer están las teorías de Darwin, quien publica El origen de las especies en 1859, tres años antes de que comiencen a aparecer los copiosos tratados de Spencer, diez volúmenes que abarcan la sociología, la psicología, la ética y la biología.
La teoría de Spencer no hace más que consagrar triunfalmente el predominio del capitalismo libreempresista y la influencia imperialista británica. Ferozmente individualista, toma de Darwin el principio de la supervivencia de los más aptos y los traslada al campo social para justificar la conquista de un pueblo por otro. Partidario extremo del laissez faire propugna la desaparición de toda intervención estatal: uno de sus libros (1884) se llama El hombre contra el Estado. Esto marca, ciertamente, una separación radical del paternalismo político comtiano; a diferencia de éste, Spencer señalaba que la sociología debía demostrar que los hombres no debían intervenir sobre el proceso natural de las sociedades. Paradojalmente, esta ciencia spenceriana, que de manera transparente no era otra cosa que la con-ciencia de las clases dominantes británicas de su tiempo, influyó considerablemente sobre élites de sociedades dependientes, como la propia argentina de fines de siglo.
No es difícil establecer las vinculaciones estrechas que existen entre los problemas de la sociedad francesa y la teoría de Comte o la era victoriana en Inglaterra y los principios de Spencer. La misma relación podría postularse entre la Alemania de la segunda mitad del siglo XIX y la obra de Ferdinand Tönnies (1855-1936), principal representante de la otra vertiente significativa en los orígenes de la sociología clásica.
La sociología es un fruto tardío en Alemania, con relación a Francia e Inglaterra. La posibilidad de constituir un campo de conocimiento autónomo para los hechos sociales fue primero rechazada a partir de la consideración que los problemas sociales no eran otra cosa que problemas políticos del Estado, integrables en la ciencia jurídica. Esta tradición, que duró bastantes años, fue reemplazada por otra, igualmente negativa frente a las pretensiones de la sociología, pero basada en argumentos de tipo epistemológico.
En efecto, lo que está en discusión a fines del siglo XIX en Alemania es la legitimidad de construcción de una ciencia de lo social equiparable a las ciencias de la naturaleza. La orientación dominante, de origen neokantiano, rechaza la posibilidad de aplicar métodos analíticos al mundo del hombre. Surge así la distinción entre ciencias de la naturaleza y ciencias del espíritu, culminación de la distinción kantiana entre Razón Pura y Razón Práctica. Sólo lo fenoménico, lo material, puede ser conocido; lo cultural, lo propio del espíritu sólo puede ser intuido. Los hechos históricos son únicos e irrepetibles; es inútil buscar en ellos regularidades o invariantes para determinar leyes, tal como lo hacen las ciencias naturales.
En ese clima cultural, fuertemente marcado por el historicismo y por el rechazo al cientificismo positivista y al marxismo, surge Tönnies cuya importancia -más allá de sus aportes propios, que recogerán luego otras teorías- estriba sobre todo en haber abierto el camino para una obra como la de Max Weber.
El libro fundamental de Tönnies es Comunidad y Sociedad, publicado en 1887. La sociología aparece en él como conocimiento de las relaciones sociales y éstas, a su vez, sólo pueden ser concebidas como producto de la voluntad de los hombres. Dos tipos básicos de relación entre los hombres son los de "comunidad" y "sociedad". Ejemplo de la primera es la familia, el vecindario, el grupo de amigos. Su característica es estar fundada sobre lazos naturales, asimilados al modelo de un organismo. Ejemplo de sociedad sería la ciudad o el Estado, fundados sobre el contrato, la racionalidad, el cálculo y asimilados los lazos que unen a sus elementos con las piezas de una máquina.
Esta tipología reaparecerá, directa o indirectamente, en Max Weber (quien utiliza las definiciones de Tönnies sobre comunidad y sociedad explícitamente) y aun en Durkheim, para quien los lazos de solidaridad que constituyen la comunidad conformarán lo que llama solidaridad mecánica, y los que constituyen la sociedad serán equivalentes a los de la solidaridad orgánica. Comunidad y Sociedad eran, para Tönnies, lo que Weber llamaría después "tipos-ideales": esto es, jamás se dan puros en la realidad, pero, como extremos de una polaridad de relaciones sociales, sirven para la confrontación comparativa y para el análisis de las formas sociales concretas.
Saint-Simon, Comte, Spencer, Tönnies y otros que podrían agregarse, comportan en conjunto una suerte de prehistoria de la sociología clásica. En buena medida, como lo hemos señalado, sus obras han perdido en sí mismas toda actualidad. Pero las preocupaciones metodológicas que incorporan, tensionadas por el naturalismo y el historicismo; la línea general que preconizan, en relación con la sociedad, marcada por un afán conservador; incluso buena parte de los conceptos que aportan, configuran un capítulo relevante para el ingreso de la sociología a su etapa de madurez. En ésta, dos figuras habrán de desempeñar un papel sobresaliente, muy por encima del de sus contemporáneos: Emile Durkheim y Max Weber.
Durkheim: el problema del orden
Uno de esos escritores será particularmente significativo, Montesquieu (1689-1755), a quien se prefiere recordar, sin embargo, como teórico de la ciencia política. Durkheim, en cambio, lo menciona con razón como un precursor de la sociología.
Es cierto que el tema de Montesquieu es el análisis de las instituciones políticas, pero la perspectiva con que lo encaraba era ya sociológica. En el prólogo a El Espíritu de las Leyes, su obra más conocida, escribía: "Comencé a examinar a los hombres con la creencia de que la infinita variedad de sus leyes y costumbres no era únicamente un producto de sus caprichos. Formulé principios y luego vi que los casos particulares se ajustaban a ellos; la historia de todas las naciones no sería más que la consecuencia de tales principios y toda ley especial está ligada a otra o depende de otra más general". Para Montesquieu las instituciones políticas dependen del tipo de Estado y éste, a su vez, del tipo de sociedad. Por ello -deducía- no hay ningún tipo de régimen político universalmente aceptable: cada sociedad debía constituir el suyo, de acuerdo a sus particularidades. Este relativismo aleja a Montesquieu de sus contemporáneos, partidarios de una Racionalidad universal, y en ese sentido anticipa la crítica que los fundadores de la sociología habrán de aplicar a la cosmovisión trascendentalista de los iluministas.Montesquieu piensa que es posible construir una tipología de sociedades, basada en la experiencia histórica, y ordenada en una sucesión temporal de progresiva complejidad. Este desarrollo creciente de las estructuras económicas y sociales provoca modificaciones en el Estado. Lo que cambia son las formas de solidaridad entre los individuos, desde las sociedades primitivas más simples hasta las más modernas, caracterizadas por una compleja división del trabajo. Esta idea de Montesquieu sobre los cambios en los tipos de solidaridad generados por la división social del trabajo, será más tarde retomada casi literalmente por Durkheim.
La construcción de una tipología de sociedades, que permitiera la comparación entre ellas y, por otra parte, la intención de encontrar leyes de lo social, junto con una serie de hipótesis acerca de las relaciones entre el desarrollo social y el desarrollo político, permiten considerar legítimamente a Montesquieu como un precursor, como el primero de los pensadores adscriptos a la filosofía de la Ilustración que tiende un puente conceptual hacia el desarrollo de la sociología como disciplina centrada en un objeto autónomo de conocimiento.
Los principios del Iluminismo encontrarán su encarnación política en la Revolución Francesa de 1789. Pero, pese al optimismo de los racionalistas, la crisis de las monarquías y el desarrollo del capitalismo industrial no provocaron un ingreso al reino del equilibrio social, sino todo lo contrario. Surge así la reacción antiiluminista, la nostalgia por el orden perdido, la filosofía de la restauración. El orden frente al cambio, lo sagrado frente a lo profano, la autoridad frente a la anarquía; estas son las antinomias levantadas por la ideología tradicionalista que se desarrollará particularmente en Francia, inspirada en Louis de Bonald (1754-1850) y Joseph de Maistre (1754-1821).
Este pensamiento reaccionario es otro de los eslabones importantes en el proceso de constitución de la sociología. Detrás de él se mueve explícitamente una reivindicación del orden medieval, de su unidad, de su armonía. Como señala Robert Nisbet, "el redescubrimiento de lo medieval -sus instituciones, valores, preocupaciones y estructuras- es uno de los acontecimientos significativos de la historia intelectual del siglo XIX".
Esto es muy claro en pensadores como los citados de Bonald, de Maistre o el inglés Edmond Burke, pero la idea aparecerá también en los fundadores de la sociología, aun cuando en su visión será la ciencia la que deberá reemplazar a la religión de los tradicionalistas en su carácter de principal elemento integrador de la sociedad.
Nisbet ha señalado1 que las cinco ideas-elementos esenciales de la sociología, que estarán presentes en todos los teóricos clásicos, se vinculan con el pensamiento conservador, preocupado profundamente por las consecuencias desintegradoras del conflicto de clases. Ellas son: comunidad, autoridad, lo sagrado, status y alienación. En efecto, todas son tema principal en Saint-Simon, en Comte, en Tönnies, en Durkheim o en Weber. Pero es posible dar un paso más que el mero listado de estas ideas-fuerza; la sociología clásica obtiene también del pensamiento tradicionalista una serie de proposiciones entrelazadas acerca de la sociedad. Especialmente la concepción de ésta como un todo orgánico, superior (y exterior) a los individuos que la componen, unificado en sus elementos por valores que le dan cohesión y estabilidad y que proporcionan sustento a las normas que reglan la conducta de los individuos y a las instituciones en las que esas conductas se desenvuelven. Si esos valores, esas normas y esas instituciones se alteran, la sociedad entrará en un proceso de desgarramiento y de desintegración. El tema central es, pues, el orden social; el cambio, la transformación sólo será un caso especial, controlado, del equilibrio, postulado simultáneamente como punto de arranque metodológico para el estudio científico de la sociedad y como ideal al que debe tender la humanidad.
Habitualmente se considera a Auguste Comte (1798-1857) como el fundador de la sociología. En rigor, él es el inventor de la palabra, contra su voluntad, porque en un principio había bautizado a su disciplina como "física social", término que a su juicio simbolizaba mejor sus intenciones de asimilar el estudio de los fenómenos sociales a la perspectiva de las ciencias naturales.Pero más allá que la expresión introducida por él eternice a Comte como el padre de la sociología, el conde Claude Henri de Saint-Simon (1760-1825) puede reivindicar ese carácter con mejores títulos. Para algunos historiadores, incluso, Comte no haría más que plagiar -dándole un sentido más conservador- a la teoría saintsimoniana.
De hecho ambos autores estuvieron en estrecha relación: Comte fue secretario de Saint-Simon entre 1817 y 1823 y colaboró con él en la redacción del Plan de las operaciones científicas necesarias para la reorganización de la sociedad, trabajo en el que se sostenía que la política debía convertirse en "física social", cuya finalidad era descubrir las leyes naturales de la evolución de la sociedad. Esta "física social" haría ascender al estudio de la sociedad a la tercera etapa por la que tienen que pasar todas las disciplinas: la positiva, culminación de los dos momentos anteriores del espíritu humano, el teológico y el metafísico.
Esta vinculación con Comte -quien señaló siempre su deuda con de Maistre y de Bonald- parece chocar con una imagen difundida de Saint-Simon como precursor del socialismo, como "socialista utópico". En primer lugar, cabe señalar que el pensamiento de Saint-Simon está plagado de tensiones internas que alternativamente pueden ofrecer una perspectiva revolucionaria o conservadora. En segundo lugar no es al propio Saint-Simon a quien se debe adscribir al socialismo utópico sino sobre todo a sus discípulos, en especial Bazard y Enfantine, quienes entre las revoluciones del 30 y del 48 avanzaron resueltamente en una dirección social y política anticapitalista. En Saint-Simon se fusionan elementos progresivos y conservadores. Por un lado, admiraba el orden social integrado del medioevo, pero por el otro ha quedado en la historia del pensamiento como un teórico del industrialismo y como un profeta de la sociedad tecnocrática. Tenía sobre la "escuela retrógrada", como la llamaba, de de Maistre y de Bonald un doble juicio. Por un lado -dice- han establecido "de una manera elocuente y rigurosa" la necesidad de reorganizar a Europa de manera sistemática, "necesaria para el establecimiento de un orden de cosas sosegado y estable". Por otro lado, al intentar "restablecer la tranquilidad" reconstruyendo el poder teológico, y al señalar que "el único sistema que puede convenir a Europa es aquel que había sido puesto en práctica antes de la reforma de Lutero" yerran totalmente, pues "al sentido común repugna directamente la idea de retroceso en civilización". La pasión dominante del sentido común es "la de prosperar mediante trabajos de producción y (...) por consiguiente no puede ser satisfecha más que mediante el establecimiento del sistema industrial".
El conocimiento científico deberá ocupar en la nueva sociedad el papel que la fe religiosa ocupaba en la sociedad antigua. El sistema industrial del futuro será gobernado autoritariamente por una élite integrada por científicos y por "productores", en los que Saint-Simon agrupa tanto a los capitalistas como a los asalariados. Esta élite aseguraría la unidad orgánica de la sociedad, perdida tras la destrucción del orden medieval, con la Ciencia ocupando el lugar de la Religión, los técnicos el de los sacerdotes y los industriales el de los nobles feudales.2 Esta concepción, ciertamente, tiene muy poco que ver con el socialismo, utópico o científico. Su mérito es haber reconocido en las leyes económicas el fundamento de la sociedad. Esta conexión del análisis social con el análisis económico se acentuará con la influencia que sobre él ejercen los Nuevos principios de Economía Política de Sismondi (1773-1842), publicados en 1819. En ese texto, uno de los pilares del anticapitalismo romántico, Sismondi señala que la finalidad de la economía política es estudiar la actividad económica desde el punto de vista de sus consecuencias sobre el bienestar de los hombres. De allí arrancan, ambiguamente, nuevas preocupaciones de Saint-Simon sobre la situación de las clases más pobres, aun sin llegar al nivel de las formulaciones sismondianas que reconocen la existencia de un conflicto despiadado en el interior de la clase de los "productores", entre asalariados y propietarios.
Esta apertura la ensancharán sus discípulos que, en 1828, tres años después de la muerte de Saint-Simon, crean la escuela saintsimoniana y comienzan a desarrollar una tarea que violentará en mucho las conclusiones del maestro.
En 1825 Francia había sido sacudida por una primera crisis general: las consecuencias sociales del sistema industrial comenzaban a estar a la vista y entre 1830 y 1848 la lucha de clases sacudirá al país. Los saintsimonianos cambiarán de auditorio: ya no escribirán para los industriales sino, preferentemente, para los intelectuales y para el pueblo, aunque no siempre con buena fortuna. Ideas que no aparecían en Saint-Simon, como la de lucha de clases o críticas violentas a la propiedad privada y a la nueva explotación capitalista son comunes en sus textos, ellos sí adscriptos al socialismo utópico. En su sistema de pensamiento, economía, sociedad y política aparecen íntimamente relacionadas en una visión crítica y totalizadora.
Luego de ellos -y notablemente con otro discípulo de Saint-Simon, Comte- esa unidad se parcelará. El punto de partida metodológico de la sociología clásica, como señala Lukacs, será el postulado de la independencia de los problemas sociales con respecto a los económicos. Cada ciencia social extremará hasta la irritación los pruritos de su "autonomía" con respecto a las otras: por un lado la sociología, independiente de la economía y la ciencia política; por otro, desde el triunfo de la escuela marginalista, la economía "pura". Ambas limitadas a una observación de la correlación entre los hechos.
Claro está que esta exacerbación de la autonomía puede aportar conocimiento científico, más allá del carácter ideológico de la teoría que la sustenta. Pero, aferrados a "los hechos", "a lo dado", al nivel de las apariencias, las ciencias sociales fragmentadas se enfrentarán a preguntas que no podrán responder o que ni siquiera podrán plantearse, porque su formulación depende de una visión globalizadora y dinámica de la totalidad de las relaciones sociales en un modo de producción históricamente determinado. Citando otra vez a Samir Amin: "La única ciencia posible es la de la sociedad, porque el hecho social es único: no es 'económico' o 'político' o 'ideológico', etc., aunque el hecho social pueda ser aproximado hasta un cierto punto bajo un ángulo particular, el de cada una de las disciplinas universitarias tradicionales (la economía, la sociología, la ciencia política, etc.). Pero esta operación de aproximación particular podrá ser científica en la medida en que sepa medir sus límites y preparar el terreno para la ciencia social global".
La autonomía de la sociología será finalmente fundada por Comte. A más de un siglo de publicadas sus obras, ellas adolecen para el lector contemporáneo de una antigüedad insanable; el contacto con ellas es, hoy, una tarea de arqueólogos.
Comte no hace más que resumir ideas ya circulantes en su tiempo e integrarlas a un discurso pomposamente "totalizador". Sin Saint-Simon y sus intuiciones quedaría muy poco de Comte, cuya tarea fundamental consistió en depurar al saintsimonismo de sus tensiones utopistas y enfatizar sus contenidos conservadores. El objetivo de sus trabajos -Curso de filosofía positiva (1830-1842) y Sistema de política positiva (1851-1854)- es contribuir a poner orden en una situación social que definía como anárquica y caótica, mediante la construcción de una ciencia que, en manos de los gobernantes, pudiera reconstruir la unidad del cuerpo social. Su deuda con de Bonald y de Maistre era explícita, pero del mismo modo que Saint-Simon, difería con "la escuela retrógrada" en cuanto no creía en la posibilidad de una restauración puntual de "l'ancien régime".
Comte incorpora a su discurso la idea de la evolución y del progreso, pero, en tanto conservador, suponía que los cambios debían estar contenidos en el orden. La sociedad debía ser considerada como un organismo y estudiada en dos dimensiones, la de la Estática Social (análisis de sus condiciones de existencia; de su orden) y la de la Dinámica Social (análisis de su movimiento; de su progreso). Orden y Progreso se relacionan estrechamente. El primero es posible sobre la base del consenso, que asegura la solidaridad de los elementos del sistema. El segundo, a su vez, debe ser conducido de tal manera que asegure el mantenimiento de la solidaridad, pues de otro modo la sociedad se desintegraría.
En realidad, la idea de evolución es la del desarrollo sucesivo de un principio espiritual de acuerdo con el cual la humanidad pasaría por tres etapas, la teológica, la metafísica y la positiva. Esta última sería capaz de sintetizar los polos de orden inmóvil y de progreso anárquico que caracterizaron a las dos primeras etapas. La etapa positiva marcaría según Comte la llegada al estado definitivo de la inteligencia humana y colocaría, en una nueva categorización jerárquica de las ciencias, a la sociología en la cima de ellas. La sociología o física social, esto es, "la ciencia que tiene por objeto el estudio de los fenómenos sociales considerados con el mismo espíritu que los astronómicos, los físicos, los químicos o los fisiológicos, es decir, sujetos a leyes naturales invariables, cuyo descubrimiento es el objeto especial de investigación".
Tal conocimiento permitiría a los gobernantes acelerar el progreso de la humanidad dentro del orden. La nueva política positiva sólo podría ser aplicada por una élite autoritaria; así, Comte habría de enviar su libro al zar Nicolás I de Rusia, "jefe de los conservadores de Europa", señalándole que sus teorías estaban básicamente pensadas para la autocracia. El mismo Comte se autoproclamó, hacia el final de sus días, como el papa de una nueva religión, la positiva.
La vinculación al positivismo, verdadero punto de arranque de la sociología clásica, con los intereses políticos de quienes buscaban conservar el orden social, será todavía más clara en Herbert Spencer (1820-1903). Su obra coincide con el esplendor victoriano, es decir, con la consolidación de su país, Gran Bretaña, como potencia hegemónica mundial.
Spencer fue mucho más positivista -en el sentido de intentar aplicar a lo social el método científico-natural- que Comte, a quien incluso atacó. Para Spencer no existían diferencias metodológicas en el estudio de la naturaleza y de la sociedad. El principio que unificaba ambos campos era el de la evolución; las leyes de la misma, propuestas por la biología, eran universalmente válidas. Es notorio que detrás de Spencer están las teorías de Darwin, quien publica El origen de las especies en 1859, tres años antes de que comiencen a aparecer los copiosos tratados de Spencer, diez volúmenes que abarcan la sociología, la psicología, la ética y la biología.
La teoría de Spencer no hace más que consagrar triunfalmente el predominio del capitalismo libreempresista y la influencia imperialista británica. Ferozmente individualista, toma de Darwin el principio de la supervivencia de los más aptos y los traslada al campo social para justificar la conquista de un pueblo por otro. Partidario extremo del laissez faire propugna la desaparición de toda intervención estatal: uno de sus libros (1884) se llama El hombre contra el Estado. Esto marca, ciertamente, una separación radical del paternalismo político comtiano; a diferencia de éste, Spencer señalaba que la sociología debía demostrar que los hombres no debían intervenir sobre el proceso natural de las sociedades. Paradojalmente, esta ciencia spenceriana, que de manera transparente no era otra cosa que la con-ciencia de las clases dominantes británicas de su tiempo, influyó considerablemente sobre élites de sociedades dependientes, como la propia argentina de fines de siglo.
No es difícil establecer las vinculaciones estrechas que existen entre los problemas de la sociedad francesa y la teoría de Comte o la era victoriana en Inglaterra y los principios de Spencer. La misma relación podría postularse entre la Alemania de la segunda mitad del siglo XIX y la obra de Ferdinand Tönnies (1855-1936), principal representante de la otra vertiente significativa en los orígenes de la sociología clásica.
La sociología es un fruto tardío en Alemania, con relación a Francia e Inglaterra. La posibilidad de constituir un campo de conocimiento autónomo para los hechos sociales fue primero rechazada a partir de la consideración que los problemas sociales no eran otra cosa que problemas políticos del Estado, integrables en la ciencia jurídica. Esta tradición, que duró bastantes años, fue reemplazada por otra, igualmente negativa frente a las pretensiones de la sociología, pero basada en argumentos de tipo epistemológico.
En efecto, lo que está en discusión a fines del siglo XIX en Alemania es la legitimidad de construcción de una ciencia de lo social equiparable a las ciencias de la naturaleza. La orientación dominante, de origen neokantiano, rechaza la posibilidad de aplicar métodos analíticos al mundo del hombre. Surge así la distinción entre ciencias de la naturaleza y ciencias del espíritu, culminación de la distinción kantiana entre Razón Pura y Razón Práctica. Sólo lo fenoménico, lo material, puede ser conocido; lo cultural, lo propio del espíritu sólo puede ser intuido. Los hechos históricos son únicos e irrepetibles; es inútil buscar en ellos regularidades o invariantes para determinar leyes, tal como lo hacen las ciencias naturales.
En ese clima cultural, fuertemente marcado por el historicismo y por el rechazo al cientificismo positivista y al marxismo, surge Tönnies cuya importancia -más allá de sus aportes propios, que recogerán luego otras teorías- estriba sobre todo en haber abierto el camino para una obra como la de Max Weber.
El libro fundamental de Tönnies es Comunidad y Sociedad, publicado en 1887. La sociología aparece en él como conocimiento de las relaciones sociales y éstas, a su vez, sólo pueden ser concebidas como producto de la voluntad de los hombres. Dos tipos básicos de relación entre los hombres son los de "comunidad" y "sociedad". Ejemplo de la primera es la familia, el vecindario, el grupo de amigos. Su característica es estar fundada sobre lazos naturales, asimilados al modelo de un organismo. Ejemplo de sociedad sería la ciudad o el Estado, fundados sobre el contrato, la racionalidad, el cálculo y asimilados los lazos que unen a sus elementos con las piezas de una máquina.
Esta tipología reaparecerá, directa o indirectamente, en Max Weber (quien utiliza las definiciones de Tönnies sobre comunidad y sociedad explícitamente) y aun en Durkheim, para quien los lazos de solidaridad que constituyen la comunidad conformarán lo que llama solidaridad mecánica, y los que constituyen la sociedad serán equivalentes a los de la solidaridad orgánica. Comunidad y Sociedad eran, para Tönnies, lo que Weber llamaría después "tipos-ideales": esto es, jamás se dan puros en la realidad, pero, como extremos de una polaridad de relaciones sociales, sirven para la confrontación comparativa y para el análisis de las formas sociales concretas.
Saint-Simon, Comte, Spencer, Tönnies y otros que podrían agregarse, comportan en conjunto una suerte de prehistoria de la sociología clásica. En buena medida, como lo hemos señalado, sus obras han perdido en sí mismas toda actualidad. Pero las preocupaciones metodológicas que incorporan, tensionadas por el naturalismo y el historicismo; la línea general que preconizan, en relación con la sociedad, marcada por un afán conservador; incluso buena parte de los conceptos que aportan, configuran un capítulo relevante para el ingreso de la sociología a su etapa de madurez. En ésta, dos figuras habrán de desempeñar un papel sobresaliente, muy por encima del de sus contemporáneos: Emile Durkheim y Max Weber.
Durkheim: el problema del orden
Emile Durkheim nace en el año 1858 y muere en 1917. Su madurez intelectual abarca el duro período de consolidación y crisis de la Tercera República francesa, en la que la política de los liberales, anticlerical y antitradicionalista, pero también duramente represiva frente a las reivindicaciones del movimiento obrero, sufre los embates del neobonapartismo de Boulanger y del antisemitismo y nacionalismo expresados en el proceso Dreyfus. Judío, descendiente de rabinos, Durkheim fue un producto claro del laicismo y del cientificismo de esa Francia republicana que se erigía luego de Luis Bonaparte, de la guerra con Alemania y de la Comuna de París. En ese entorno, Durkheim asume una misión: colaborar en la consolidación de un orden moral que le diera a la nación francesa la estabilidad del antiguo régimen, pero fundada sobre otras bases.
Su pregunta central es, pues, una pregunta sobre el orden: ¿cómo asegurarlo en la compleja sociedad industrial en donde los lazos tradicionales que ataban al individuo a la comunidad están rotos?
En uno de sus libros fundamentales, El suicidio, publicado en 1897, Durkheim señala que la felicidad del ser humano sólo es posible si éste no exige más de lo que le puede ser acordado. Pero "¿cómo fijar la cantidad de bienestar, de comodidad, de lujo, que puede perseguir legítimamente un ser humano?". Los límites -añade- no deben buscarse ni en su constitución orgánica, ni psicológica. Librado a sí mismo el hombre se plantea fines inaccesibles y así cae en la decepción. En nombre de su propia felicidad, pues, habrá que conseguir que sus pasiones sean contenidas hasta detenerse en un límite que sea reconocido como justo. Ese límite debe ser impuesto a los hombres desde afuera por un poder moral indiscutido que funde una ley de justicia. Pero ella "no podrán dictársela ellos mismos; deben recibirla de una autoridad que respeten y ante la cual se inclinen espontáneamente. Unicamente la sociedad, ya directamente y en su totalidad, ya por mediación de uno de sus órganos, está en condiciones de desempeñar ese papel moderador; porque ella es el único poder moral superior al individuo y cuya superioridad es aceptada por éste".3
El orden moral es, pues, equivalente al orden social. Este, a su vez, se expresa como un sistema de normas que, por su parte, se constituyen en instituciones. La sociología es el análisis de las instituciones; de la relación de los individuos con ellas.
Esta preocupación aparece nítida desde sus primeras obras. En 1893 publica su tesis de doctorado, La división del trabajo social, cuyo eje problemático es ya la relación entre el individuo y la sociedad. El supuesto es que hay una primacía de la sociedad sobre el individuo y que lo que permite explicar la forma en que los individuos se asocian entre sí es el análisis de los tipos de solidaridad que se dan entre ellos. Durkheim reconoce dos: la solidaridad mecánica y la solidaridad orgánica.
En el primer tipo, vinculado a las formas más primitivas, la conexión entre los individuos -esto es, el orden que configura la estructura social- se obtiene sobre la base de su escasa diferenciación. Es una solidaridad construida a partir de semejanzas y, por lo tanto, de la existencia de pocas posibilidades de conflicto.
La solidaridad orgánica es más compleja. Supone la diferenciación entre los individuos y como consecuencia la recurrencia de conflictos entre ellos, que sólo pueden ser zanjados si hay alguna autoridad exterior que fije los límites. Es la solidaridad propia del industrialismo. Esa autoridad, esa fuerza externa -moral, social, normativa- es la conciencia colectiva, que no está constituida por la suma de las conciencias individuales, sino que es algo exterior a cada individuo y resume el conjunto de creencias y sentimientos comunes al término medio de una sociedad. Es esta conciencia colectiva la que modela al individuo, la que permite finalmente que la sociedad no se transforme en una guerra de todos contra todos. Estas ideas se perfilan mejor en otro trabajo, el ya citado El suicidio, texto que, además de afinar la teoría sustantiva que Durkheim tiene sobre la sociedad, se ha transformado en un clásico de la investigación empírica, en un modelo todavía utilizado como ejemplo del tratamiento específico de relaciones entre variables para probar conexiones causales.
¿Por qué tratar de explicar el suicidio en términos de la sociología? ¿No se trata, acaso, de problemas individuales, cuyo campo de conocimiento sería la psicología? En efecto, la psicología puede estudiar el suicidio, pero si en lugar de ver en ellos acontecimientos aislados, consideramos a los suicidios en conjunto, durante una unidad de tiempo y en una sociedad dada, esto ya constituye un hecho nuevo, superior a la suma de los actos individuales: es un hecho social. Y el estudio de los hechos sociales es el terreno de la sociología.
Durkheim tipifica tres tipos de suicidio: el altruista, el egoísta, el anómico.
El egoísta sería aquel tipo de suicidio motivado por un aislamiento demasiado grande del individuo con respecto a la sociedad. Es el suicidio de los marginados, de los solitarios, de los que no tienen lazos fuertes de solidaridad social.
El suicidio altruista correspondería al otro extremo; si el hombre se mata cuando está desligado de la sociedad, también lo hace cuando está demasiado fuertemente ligado a ella. El medio social en el que el suicidio altruista exista en estado crónico es el orden militar. Sin un alto nivel de integración de sus miembros, no existe ejército. De tal modo, cualquier obstáculo que corroa esa fuerte solidaridad puede transformarse para el individuo en un impulso suicida. El punto de partida empírico de Durkheim para la explicación del suicidio altruista es que en su tiempo las estadísticas europeas marcaban que la tasa de muertes voluntarias entre los militares era muy superior a la de la población civil.Pero en realidad el tipo más significativo de suicidio es el suicidio anómico. Anomia significa ausencia de normas. El suicida por anomia es aquel que no ha sabido aceptar los límites que la sociedad impone; aquel que aspira a más de lo que puede y cae, por lo tanto, en la desesperación.
En los tres casos es la relación entre el individuo y las normas lo que lo lleva al suicidio; se trata de fenómenos individuales que responden a causas sociales; a "corrientes suicidógenas" de distinto tipo que están presentes en la sociedad. Por ello, ese caso extremo, exasperado, de aparente individualismo que es el suicidio, puede ser tema de la sociología.
Dos años antes de la aparición de El suicidio Durkheim publica un libro en el que define a la sociología y a su objeto. Se trata de Las reglas del método sociológico, aparecido en 1895. El objeto de la sociología es el estudio de los hechos sociales; el método para estudiarlos es considerarlos como cosas. Sólo a partir de esto la sociología puede legítimamente ser considerada -según Durkheim- como una ciencia similar al resto de las ramas del conocimiento empírico. Un hecho social consiste en toda forma de obrar, de pensar y de sentir que ejerce sobre el individuo una presión exterior. Es decir, los hechos sociales son anteriores y externos al individuo; lo obligan a actuar, lo coaccionan en determinada dirección. Se expresan en normas, en leyes, en instituciones que aseguran la tendencia a la buena integración del individuo con la sociedad. Sistema normativo, sistema de valores, sociedad, conciencia colectiva, hechos sociales, son términos distintos que aluden a un mismo concepto y acotan una misma problemática: la de la objetividad y exterioridad del mundo social, por encima de los individuos concretos. Un mundo social que, al ser aceptado como dato, se transforma en un orden natural, sostenido sobre la normatividad establecida.
La insuficiente integración del individuo con la sociedad es el síntoma patológico de las sociedades modernas, que no han logrado recuperar, en las nuevas condiciones del sistema industrial, los valores de equilibrio de la sociedad pre-industrial.
¿Cómo lograr esa integración? En el prefacio a la segunda edición de La división del trabajo social, Durkheim plantea su solución. Ya no es la familia, ni el grupo religioso, ni el Estado quienes pueden asegurar esa solidaridad. La principal unidad integrativa es la profesión y la institución que agrupa a los hombres por profesiones: el gremio, a la manera medieval. Allí en ese texto, el liberal Durkheim se acerca, en tanto conservador social, al modelo corporativo de organización de la comunidad como salida para la inestabilidad del mundo moderno.
1 comentario:
Muy buena información, la sociología es una muy linda profesión, de todas las carreras universitarias, hace años, decidí estudiar sociología. Ahora soy docente en varias universidades.
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